El Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades del Ministerio de Salud (CDC-Perú), ente rector del sistema de vigilancia epidemiológica de mortalidad fetal/neonatal, define la mortalidad neonatal evitable (MNE) como la proporción de muertes ocurridas en neonatos a término, con peso de 2500 gramos a más y sin malformación congénita letal, con respecto al total de defunciones neonatales notificadas (2). Este indicador utiliza los criterios de buen peso y edad gestacional como predictores de supervivencia neonatal.

Entre 2011 y 2019 se evidencia un descenso progresivo de la proporción de MNE en el Perú, pasando de 25,85% a 18,93%. Hasta la semana 32-2020 la MNE se incrementa a 23.67%, promedio nacional ampliamente superado por departamentos como Junín, Ayacucho, Cajamarca y Amazonas. Las causas de MNE en este periodo están relacionadas predominantemente a sepsis e insuficiencia respiratoria, así como asfixia y aspiración meconial. Si bien el CDC-Perú reporta un descenso de 40% en la notificación de defunciones neonatales desde marzo 2020, el aumento de la proporción de MNE evidencia un retroceso en la calidad de atención del parto y resolución de emergencias obstétricas, disminución de la calidad de atención inmediata a recién nacido e inadecuados cuidados básicos en el hogar.

Desde el inicio de la pandemia por COVID-19 el Perú redujo su cobertura de servicios de salud preventiva (atención prenatal, posnatal, vacunaciones) principalmente debido a las restricciones de movimiento, miedo a la infección, reducciones en la disponibilidad de personal por reasignación a actividades de COVID-19 o por enfermedad. Informes internacionales indican que actualmente los servicios de salud materna y neonatal se están reduciendo en países de ingresos bajos y medios, y que la calidad de la atención podría estar deteriorándose, con riesgo de muerte y reversiones de los logros obtenidos con esfuerzo durante las dos últimas décadas (3,4).

El desafío actual es garantizar el mantenimiento de los servicios de salud maternoinfantil y seguir proporcionando intervenciones básicas para la madre y el niño incluso con el riesgo de transmisión de COVID-19, a fin de no afectar los esfuerzos encaminados para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, con respecto a la supervivencia neonatal. Se requiere la implementación de plataformas de teleconsulta, monitoreo remoto y comunicación a distancia son una importante alternativa para reducir la carga de atención no asociada a COVID-19 en el establecimiento de salud y la continuidad en servicios básicos como el control prenatal, puerperio y del recién nacido, manteniendo el distanciamiento social (5,6). La contratación de especialistas en establecimientos de salud I-4 que cumplen funciones obstétricas y neonatales básicas (FONB) reducirá la mortalidad maternoneonatal. La gestión de visitas domiciliarias en pacientes obstétricas con dificultades para acceder al establecimiento de salud y en el neonato, no debieran ser interrumpidas. La educación a los padres al momento del egreso de la institución debe ser claro con respecto al reconocimiento oportuno de signos y síntomas que indiquen complicaciones del bebé e insistir en el beneficio del contacto piel a piel, estrategia madre canguro y especialmente en las prácticas de lactancia materna aún en caso de madres COVID-19 positivos (7) La aplicación de la vacuna contra la hepatitis B y vacuna BCG en el neonato debe seguir siendo una prioridad (8).

Tabla 1. Mortalidad Neonatal Evitable en el Perú. Años 2011- 2020*

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Gómez ARD. La mortalidad evitable como indicador de desempeño de la política sanitaria. Colombia 1985-2001. Rev Fac Nac Salud Pública [Internet]. 2008;26(2):313. Available from: http://www.scielo.org.co/pdf/rfnsp/v26n2/v26n2a14.pdf